Como arquitecta me interesan aquellos espacios construidos que aparecen como consecuencia indirecta de recorridos, instalaciones y normativas de seguridad. Las escaleras de emergencia de muchos edificios públicos y de oficinas son lugares que permanecen expectantes a la catástrofe, siempre vacíos, protegidos y ajenos a la cotidianidad diaria. Se asemejan a lo que Foucault definía como heterotopías, pero en este caso, como algo residual que paradójicamente deviene protagonista en la tragedia.